Govern Producte Local
gov_gripe_25_desktop
banner_visites-Culturals
Govern "Sabías que? Xec Formacio (Copia)

"La unidad patria y el gorrino"

Un artículo de Jaume Santacana

"El cerdo no tiene discusión, ni debate, ni polarización ninguna".
"El cerdo no tiene discusión, ni debate, ni polarización ninguna".

Si alguien merece ser titulado, en una frase, entre admiraciones, es el cerdo. Dice el saber popular (que es el mejor diccionario que existe en el mundo mundial) que “del cerdo, hasta los andares”.

Harto de buscar elementos que puedan unir a las diferentes españas —objetivo casi imposible hasta el momento por mucha plurinacionalidad que se le añada— he llegado a la conclusión política que solo el cerdo reúne las condiciones necesarias como para intentar hacer de la famosa tercera vía, por ahora inexistente, una experiencia realista. Ya sé que el hecho de considerar que un animal pueda ser el único aliciente que cohesione un Estado es, como mínimo, alucinante; pero es lo que hay.

El cerdo no tiene discusión, ni debate, ni polarización ninguna. Entre todos los partidos políticos españoles y sus aportaciones teóricas respecto a la gobernabilidad del país, el único punto en común es el interés general que ofrece el cerdo; así de fácil. A eso se refiere, semánticamente, el sentido de la transversalidad; sí, política, también. La cosa tiene cierta transgresión con ese concepto de multiculturalidad que mantiene a los políticamente correctos: el Islam no soporta a la personalidad porcina. ¡Qué se le va a hacer!

Si se me permite la blasfema expresión, el cerdo es la hostia. Lo tiene todo: es guapo, limpio (lo de guarros hay que imputárselo a sus propietarios), inteligente, de gran corazón (el más parecido al de los humanos), de piel suave y un poco rasposa (la gran tendencia de los “hipsters”) y divertido (su cola serpenteante lo demuestra sobradamente).

He convivido durante treinta años con cerdos. Nunca me han dado un disgusto. Bueno, sí, una vez: me echaron por el suelo la carretilla llena de sus excrementos y me quedé hecho un asco; la reprimenda fue ejemplar; eso sí, sin violencia, sólo verbal. Targeta amarilla y aire. Les he dado lo mejor de mi vida y ellos, siempre, me lo han agradecido: les tenía aseados, acicalados, adecentados y satisfechos en sus necesidades primarias. Nunca les faltó de nada. Les hablaba con respeto de su condición y me miraban con atención y agradecimiento. Nunca probaron el pienso ni ninguna clase de preparados químicos o ultraconservantes. Menos cítricos, toda clase de manjares caseros...sin pijaditas gastronómicas ni nada de nada. La base: calabazas en todos sus estilos que es lo que más les mola. Por Navidad, sus copitas de cava, sus galletitas y mis más sinceras felicitaciones; entraban el año con sus uvas... y, así, etcétera. Antes de morir dignamente, les brindaba una arenga de coraje y agradecimiento que recibían con toda sus atención.

Hablemos de la unidad de destino en lo universal, como decía el fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera; es decir, de algunos ejemplos, entre muchos, que demuestran la única uniformidad en el suelo ibérico (exceptuando Portugal, que están muy por el bacalao): la botifarra de Moià, la morcilla de Burgos, el jamón de Teruel, el ibérico de Jabugo, el lomo embuchado salmantino, la sobrasada de Baleares, la chistorra del País Vasco…, y otros elementos del marrano absolutamente deliciosos: chorizos, lacones, cochinillos, carrilleras, panceta, pies, salchichas y salchichones, fuets, “botillos” del Bierzo, longanizas... y ahí me planto; no acabaríamos nunca.

Catalanes, mallorquines, extremeños, aragoneses, cántabros, astures, leoneses, vascos, gallegos, castellanosgallegos, riojanos, etc., a pesar de sus evidentes diferencias, coinciden en un punto, su pasión por el marrano. Y es que el cerdo es mucho cerdo, como el Betis es mucho Betis. El animal se hace desear. Tiene muchos más números que el toro bravo (desprestigiado en Europa) para convertirse en la bestia más totémica de la representación diplomática española; incluso por encima del ministro García Margallo.

Ya sé que lo protocolario es gritar ¡Viva el Rey! Pero me permitirán ustedes que hoy finalice mi escrito con un sentido ¡Viva el Cerdo! (sin connotaciones antimonárquicas en esta proclamación; que, a lo mejor, también…) pero siempre con el debido respeto.

A cerdo muerto, cerdo puesto.

R

Redacción

Periodista de Menorca al Dia