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"El 'bordell' del catalán"

Un artículo de Adolfo Alonso

Adolfo Alonso
Adolfo Alonso

Estos días hemos estado un poco tensos con el “problema” lingüístico, en Menorca.

Nos encontramos con reajustes del uso del catalán , y con polémica sobre Menorca libre de catalanismo lingüístico.

Creo que es política mala, meterse en este 'bordell'. Por utilizar una palabra menorquina o catalana.

La discusión en la calificación del idioma que se habla en Menorca, y en general en Baleares, como menorquín, mallorquín ibicenco o catalán creo que es un producto fóbico, confunde a la sociedad y es una polémica irreal.

No sabemos ni hemos conocido idioma o escritura en Menorca hasta la llegada de los romanos, siglo II A.C. Evidentemente, una forma de comunicarse existiría, pero no había escritura, por lo que no podemos más que deducir, a partir de elementos arqueológicos, por comparación de tipologías de los cacharros de barro o de otros elementos, qué idioma hablarían los colonizadores y los talayóticos posteriores. Si todo va de acuerdo a una cierta lógica, teniendo en cuenta la ubicación de la isla y las corrientes, estaríamos con gentes de la zona del golfo de León, francesa y de su cultura o del arco catalano-valenciano mediterráneo. De África parece que no vinieron y de Cerdeña, aunque hubo cierta idea de relación entre ambas islas, tampoco. Las presencia cartagineses y fenicios, más que un campamento de verano o un mercadillo de invierno parece que no fueron.

Los romanos permanecieron de forma estable en la isla cientos de años como para entender que el latín, fue una lengua hablada, y que por lógica pudo haberse incrustado en el sistema de comunicación indígena, con el suficiente tiempo como para constituir una base sólida de influencia en aquella primera forma de comunicarse de los colonizadores. 

La siguiente oleada lingüística vienen con el reino de Taifas, musulmán. Tenemos muchos restos del árabe en la toponimia de la isla, pero no aparecen restos aparentes en el idioma.

Y después viene la “conquista” catalano-aragonesa, con un poblamiento fundamentalmente de territorios catalanoparlantes, de acuerdo con el catalán del siglo XIII. De esta época, pues llegarían nuevos colonos, perteneciente a los territorios catalanes, que posiblemente conectasen bien con los restos lingüísticos de las zonas del Languedoc o del Golfo de León primigenias. Es lo cierto, resulta indiscutible, porque ya existe catalán escrito en el siglo XIII y esto deja claro que el origen histórico de la lengua propia de Menorca sea el catalán. Por razones que desconocemos, esta base, a diferencia del Latín y del árabe, se arraiga y se convierte en el vehículo de comunicación indudable de los menorquines. Como toda sociedad, pequeña e insular, y con unas necesidades de supervivencias y de comunicación económicas y sociales, diferentes a las de los territorios lingüísticos madre, en su devenir se habrán podido incorporar palabras, vocabulario, expresiones generadas en la propia isla.

Podemos hablar del “salat” por ejemplo, pero esto no es de la suficiente entidad como para olvidar el origen, el cual, dadas las relaciones estrechas existentes entre la isla y Cataluña a lo largo de cientos de años, también habrán incorporado elementos de la evolución propia del catalán en sus sociedades. Pero este proceso de evolución e intercambio, no quita la realidad del origen, que yo diría que ni siquiera es un origen común, es una única lengua, el catalán, con pequeños retoques. Tan fuerte, que ni el inglés, ni el francés, ni el castellano han conseguido ser dominantes dentro de esa lengua. Son otros idiomas, pero la sociedad no los ha incorporado como propios. En el caso del inglés, la expresión “I do”, o Botil, para botella no es más que anecdótico. El francés es inexistente y el castellano se ha incorporado más a la lengua, pero con retoques, se ha catalanizado, sin que su presencia, abundante indudablemente, haya desnaturalizado el habla de la isla. 

Los hechos y la historia son tozudos, y parecen claros, negar que el menorquín sea catalán, es una negativa que habrá que buscar en razones de índole ideológica o en una catalanofobia, insular. No es un secreto que el menorquín y el catalán en sus relaciones no son como la relación entre Romeo y Julieta sino más bien como las relaciones entre las dos familias enfrentadas de los dos amantes. Hay pueblos en la isla que se dicen colonizados a día de hoy, por miembros de la burguesía catalana. Pero esto es otro tema. 

El “bordell” catalán no es tal, o no es más que lo que se quiera agitar. Otra cuestión diferente es la convivencia de los dos idiomas en Menorca, el catalán y el castellano. Los dos son oficiales, y la priorides políticas que se les dé a uno y a otro. Hay argumentos de peso para todas las posiciones. Una, la sociocultural, que dice que el catalán es la lengua propia social de comunicación de la gente de aquí. Es la lengua familiar y por lo tanto la lengua de los afectos y de la formación de la mayor parte de los residentes de verdad de la Isla y explicita también una forma de pensar y razones o priorizar; por lo tanto los 'forasters' deberán hacer el esfuerzo ,que por otro lado es enriquecedor, de estudiarlo para integrarse con plena naturalidad dentro del núcleo psicológico de una sociedad. La otra posición es la que tiende a priorizar el idioma común de todos los españoles, que es el castellano. Lengua lo suficientemente útil e importante para vivir, como para que sea adecuadamente conocida. 

Son muchos millones de personas, fuera de España las que hablan el español, incluyendo en los USA, también la de que con el idioma común se genera una corriente de generación de riqueza mucho más amplia que con la exigencia de la lengua territorial para acceder a determinados puestos de trabajo. La lengua como un elemento de protección económica y un elemento, en si mismo, de generación de movimiento de impuestos de todos., que quizá deberían ser destinados a otras prioridades más comunes y no hacia el proteccionismo económico local.

Enfoquemos pues el tema del menorquín desde una perspectiva de generación de riqueza o de reparto del capital público, y de prioridades en cuanto a lengua vehicular, pero no desde una perspectiva excluyente del catalán ni de lo catalán en la sociedad. Busquemos los equilibrios en la enseñanza y en la educación, y vamos todos con buena voluntad hacia el encuentro y no hacia las barreras. La comunicación está pensada en la sociedad, para unir, y no para separar.

 




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Redacción

Periodista de Menorca al Dia